Déjame ver las ventanas de tu alma la verdad que en ellas se encierra.
Déjame tomar tus manos lánguidas y acariciar las líneas que me dicen tu verdad.
Déjame entrelazarme en tus cabellos que desprenden aroma a primavera.
Déjame morir allí; justo a tu lado, para que mi alma no se atormente al ya no sentir tu cálida presencia y te vea tan cerca para evocar los recuerdos que en ella permanecen.
Déjame rodearte entre los brazos que te extienden para enviarte mi calor.
Y déjame que te oprima contra el pecho que te grita con su latido casi muerto, que te quiero.
sábado, 3 de mayo de 2008
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